Autor: Historiador Fernando Cuartas
Moravia es toda una leyenda urbana, enriquecida por la laboriosidad de sus habitantes. Después de la segunda guerra mundial y la capitulación de los alemanes, un señor llamado Perucho funda el bar Moravia, en honor de una región que sufrió mucho por esta conflagración bélica. Allí hubo una disputa de la que resultaron dos muertos por lo cual el bar fue cerrado, llegó luego otro dueño y lo nombró bar Río de Janeiro, que también cierra sus puertas y es vendido para tomar el nombre de Bar Sibonet, más entre las gentes del sector este siempre fue nombrado como Moravia.
También existe la leyenda de que se llama así por sus primeros moradores, que se apostaron a lado y lado de los rieles del ferrocarril y a eso lo llamaban “morar en la vía” y para nombrarlo de una manera resumida le decían Moravia. O la leyenda que allí hubo moras entre la carrilera y el rio y por eso se derivó de “moras en la vía”, pero la versión más cercana parece ser la del bar Moravia.
Desde 1979 hasta 1982 funcionó allí el botadero municipal y por eso en este barrio florecieron las cooperativas de recicladores, los centros cívicos y las acciones comunitarias para hacer ranchos y defenderlos, evitando que el estado los tumbara.
Inicialmente, muchos de sus habitantes llegaron desplazados por oleadas de violencia en distintas zonas de Antioquia y luego desde distintos lugares a nivel nacional. Un sacerdote, Vicente Mejía, al haberle brindado asesoría jurídica y hechos de apoyo a la comunidad es aún considerado como apóstol de los pobres del lugar.
El barrio Sevilla fue un lugar apacible donde los pájaros pericos, en su migración, se posaban en sus árboles y palmas para luego anidar en el centro de la ciudad. También dicen de él sus primeros moradores, que era como un Medellín chiquito, tenía de todo. En 1935 el barrio Sevilla fue escogido para albergar el templete del segundo Congreso Eucarístico Nacional y en mismo lugar se construyó posteriormente la parroquia El Sagrario, una iglesia de ladrillo a la vista, de corte neo románico, al frente de la cual fue construida la Clínica León XIII, donde aún en uno de sus muros hay una obra del maestro Pedro Nel Gómez.
La tecnóloga en construcción, Nora Rendón, junto con el arquitecto José Ignacio Echeverri, diseñaron lo que hoy es el parque de la República, al frente del Cementerio Museo San Pedro. Hoy lamentablemente está cruzado por el viaducto del metro, perdiendo su singular diseño. Diagonal a este parque, sobre la carrera Bolívar, existió el bar La Gran Vía, también llamado el bar de Don Adán debido a su dueño Don Adán Vallejo, oriundo del Peñol. A este lugar, también llamado la “última lágrima”, acudían los dolientes a enjugar sus penas por los recién enterrados en el cementerio.
San Pedro, por su parte, es el barrio más antiguo de la comuna cuatro. Data de entre los años 1870 a 1906. Para 1916, iniciando el siglo XX, el lugar se llamaba El Llano y allí se fue formando el barrio Pérez Triana, ubicado entre el callejón de “los Chispas” al norte y la quebrada El Ahorcado al sur, hoy avenida Jorge Robledo y calle Barranquilla. Lo que actualmente se conoce como Lovaina son varias manzanas, pero inicialmente era sólo la calle 71, que le dio nombre a todo un conjunto de 20 manzanas. Entre ellas la carrera Popayán, Palacé con calles Lima, Italia, Restrepo Isaza, Barranquilla, Balboa, Santa Marta, El Bosque, y la calle Lovaina que antes era llamada Tucumán. Hoy todo el barrio se llama San Pedro.
Entre 1917 y 1932 hubo un gran auge de la vida bohemia en el lugar, dándole el nombre de tolerancia al sector, por la benevolencia de inspectores que permitían negocios de lenocinio cerca de fábricas de fósforos, colchonerías, cementerio, clínicas, fábricas de tabaco y de imaginería religiosa, cuando lo permitido eran distancias de más de 160 metros. Hoy, se venden lápidas y un comercio alusivo a los ritos funerarios, como flores naturales y artificiales, láminas y decoración de tumbas.
Manrique Central No 1, debe su nombre a Evangelista Manrique, un médico que curó a Antonio de J. Álvarez, el urbanista, de una grave enfermedad renal. Este barrio, junto con el proyecto de su hermano Manuel de J. Álvarez entre Manrique y Campo Valdés, datan de 1917. La venta de lotes de estos dos hermanos propició el crecimiento de la maya vial y urbanística, aumentando el crecimiento poblacional desde los años 20’s en adelante.
Este medio es apoyado parcialmente con dineros públicos priorizados por habitantes de la Comuna 4 – Aranjuez, a través del Programa de Planeación del Desarrollo Local y Presupuesto Participativo de la Alcaldía de Medellín