Nancy González: El Arte de No Dejarse Vencer
En el corazón de Antioquia, entre las montañas que custodian la pequeña vereda de El Común en el municipio de Olaya, la vida de Nancy González se tejió entre los colores mágicos de los atardeceres que se desplegaban a su alrededor. En ese rincón de la naturaleza, una mujer amorosa y valiente creció para desafiar las adversidades con una convicción inquebrantable. Al nacer, sus padres se encontraron con que el pie derecho y ambos brazos de la pequeña Nancy no se habían desarrollado completamente.
Foto de Nancy González
“Cuando yo nací fue un choque para mi mamá y mi papá. El miedo de ellos era imaginar ¿Cómo se va a defender en la vida?”, afirma Nancy.
José Eduardo González y María Ermelina Álvarez, sus padres, fueron los pilares de su mundo desde el principio. Con amor y paciencia, le mostraron a Nancy que la belleza se encuentra en lo cotidiano y que su discapacidad de nacimiento no sería un límite, sino una ventana hacia un mundo de posibilidades. Una discapacidad que parecía limitarla, pero que, paradójicamente, la liberó hacia un mundo de posibilidades.
Al hablar de su infancia, sus memorias hacen que brote de su rostro una incontenible expresión de alegría. Disfrutó de jugar al bate, chucha y yeimi con sus amigos. Para ellos, no había barreras ni distinciones, sólo la alegría de compartir momentos llenos de risas y complicidades. Fue en estos juegos donde Nancy forjó la destreza de su pie izquierdo, y logró la confianza de ser y hacerlo todo, de una forma diferente.
La escuela y el colegio fueron los espacios propicios para encontrar su talento en el dibujo y la pintura. En su pie, el pincel parecía danzar y ponerle alas a su realidad. Su talento no pasó desapercibido y en una ocasión, su tía María Carlina, una religiosa de vocación firme y semblante dulce, sembró en su corazón la semilla de que podía estudiar arte.
Carlina, con la confianza de que su talento merecía ser cultivado, trajo consigo la oportunidad de viajar a Medellín y estudiar pintura. Terminadas sus palabras, la incertidumbre se abanlanzó sobre Nancy. Las dudas rebotaban en su cabeza una y otra vez. Estaría sola contra el mundo, en una ciudad hostil y convulsionada. No podía evitar preguntarse si podría lograrlo, si su discapacidad, la misma que había logrado sortear hasta ahora, se haría más pesada.
Pese a la incertidumbre, de si podría o no vivir del arte, cerró sus ojos, abrazó fuertemente todos sus miedos y se la jugó toda por el arte. Así es como en 1993 Nancy llega a la organización Amigos de los Limitados Físicos, la misma que hoy en día conocemos como Asociación Amigos con Calor Humano, en Medellín. Allí tomó clases de pintura con el maestro Ernesto Lopera, quien, con exigencia, impulsó su espíritu para no desfallecer.
Nancy alternó sus clases de pintura con la exploración de la escultura, ella recuerda con gran orgullo aquellos momentos de trabajo amasando y dando forma a la arcilla.
“Yo me sentaba en una silla, normal, ponía el barro en el piso y desde allí empezaba a trabajar… y con la espátula en mi pie, comenzaba a darle forma … A mí, me reconocían porque amasaba muy bien la arcilla con mis pies”.
Por su parte, Ángela Gónima, comparte emocionada sus recuerdos de las sesiones de trabajo con Nancy, su compañera: “Viendo a Nancy entrar con esa alegría, con esa disposición a trabajar, con tanto carisma, ella me impactó desde que llegó, la vi como una persona muy especial. Y cuando vi cómo pintaba y cómo trabaja la arcilla, sólo me quedaba por sentir admiración”.
Tras un tiempo de esfuerzo y dedicación, los frutos del talento y el compromiso con su formación llegaron para Nancy. La posibilidad de una beca de estudio y de vender sus obras en galerías internacionales se vislumbraba en su camino con el ingreso a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, un verdadero hito en su vida.
Hoy en día, ya ha construido un camino con reconocimientos y múltiples viajes a nivel nacional e internacional. Diana González, una de sus primas más queridas, comparte que:
“Una vez la acompañé al Salón Málaga, donde le hicieron una exposición con sus obras más representativas. A uno como familia le da mucho orgullo ver como Nancy a pesar de todas las dificultades que ha tenido en su vida, sale adelante y le hace frente a la vida con ganas. Ahora, puede vivir del arte y dar sustento a su hogar”.
Su historia es inspiración para todos, en especial para aquellos que enfrentan las normales adversidades y retos que trae la discapacidad, pues cada una de sus obras transformadas en logros, nos demuestran que los sueños pueden hacerse realidad si se buscan con pasión y valentía. «Me encanta saber que mi historia motiva a otros a perseguir sus sueños, porque lo hago con algo que Dios me ha dado. A Él le gusta que yo haga eso, porque soy un medio para mostrarlo, a Él y su grandeza”, afirma Nancy.
Al mirar hacia atrás, ella se llena de gratitud y emoción. Se dice a sí misma: “Gracias, gracias Nancy por no dejarte vencer, gracias por ser perseverante”.