Medellín es la ciudad de Colombia que tiene el mayor porcentaje de migrantes venezolanos respecto a su población. Esto lo aseguró la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que indicó que en la capital antioqueña hay más de 240.000 migrantes provenientes del país vecino, lo que equivale al 10% de la población de la capital antioqueña.
Y es que la grave crisis económica y política que viven diferentes personas de nuestro país vecino, ha generado oleadas de personas que no encuentran otra alternativa que migrar, abandonar sus hogares, amigos y pertenencias y buscar formas de sobrevivir en otro suelo. Es el caso particular del artista Venezolano Yair Mejía, quien junto con su familia compuesta por su esposa Paola Martínez, sus hijos Yeanpier y Robert, se enfrentó a la angustiante situación de abandonar su país y hogar, con uno de sus hijos siendo un bebé de brazos, en busca de mejores condiciones para él y su familia. Aflora un sentimiento de tristeza en él cuando recuerda: “Debí abandonar mi parcela, mis animales y cultivos y salir con la única herramienta que quedaba: mi talento y habilidad para pintar”.
Una historia con muchos matices
Yair nació en la ciudad de Mérida y capital del estado que lleva este mismo nombre, ubicado en el costado occidental de Venezuela cerca de la frontera con Colombia. Este estado es una de las zonas estratégicas para el turismo y la producción agrícola. “Esa región es una belleza, hay mucha vegetación y recursos naturales, ríos y quebradas de aguas muy limpias”, afirma Yair, evocando su territorio con nostalgia. Así, sumándose a los otros ríos, los ríos humanos, partió con su familia sin saber si regresaría pronto.
Este artista y protagonista de esta historia llegó a Colombia, lleno de ilusiones, esperanzas y con una fe enorme anduvo por varias ciudades del país hasta establecerse en Medellín, quizás por la similitud del clima de la capital Antioqueña con su ciudad natal, una ciudad también enclavada entre montañas de la cordillera central andina venezolana llena de verdor y naturaleza exuberante. Aquí se estableció en una vivienda del barrio los Álamos, en la Comuna 4 – Aranjuez, donde también instaló su taller de arte para luego comenzar hacer algunos recorridos por la comuna, hasta ver un sitio que llamó su atención: una zona cerca a Comfama de Aranjuez, en la parte posterior del Colegio María. Era una zona con varios árboles y una vegetación descuidada, un suelo igualmente maltratado por las malas prácticas en gestión de basuras y desperdicios, “El lugar era un basurero, era realmente un botadero de todo tipo de basuras, escombros animales muertos, colchones y muebles viejos”, afirma él.
Transformando el espacio público
Contempló muy bien el espacio y determinó que no todo estaba perdido, dos árboles de buen tamaño estaban allí, resistiendo en medio de tanto caos, recordó los árboles de su parcela en su país y las complacidas mañanas que se levantaba a pintar bajo sus sombras, “¡Este lugar lo voy a mejorar!, lo voy a limpiar y acá me pondré a pintar, será una galería…”, dijo para sí mismo. A la mañana siguiente emprendió la tarea, buscó costales de fibra, herramientas, una pala, una pica y con sus propias manos, comenzó a limpiar el lugar ante el desconcierto de todos los vecinos que atisbaban en el lugar, dice Yair: “Escuche que los vecinos decían, ¿quién es ese señor? ¿por qué está limpiando eso?”, tanto así, que hasta la policía llegó, quién sabe llamada por algún otro vecino y le preguntaron: ¿usted qué hace? y él les explicó que él era un artista venezolano que quería hacer una campaña para limpiar este espacio y que fuera un lugar más agradable para poder poner sus cuadros. Se fueron.
Yair rápidamente ordenó el lugar que destinaría como galería y taller, con la madera que encontró comenzó a armar unos caballetes que alineó en todo el borde de la calle, pensando quizás que los primeros visitantes de su galería serían los pasajeros de los carros que circulan por el sector, y que verían en esa fugacidad de la velocidad en la que ven algo nuevo, algún color que les recordara su felicidad.
La inauguración de la galería fue silenciosa, no se dieron palmadas en los hombros, ni mucho menos abrazos, ni se ofrecieron cocteles de bienvenida ni mucho menos viandas exquisitas, no se entregaron las invitaciones ni se imprimieron catálogos, sólo se ofreció la infinita satisfacción que deja hacer las cosas que se tienen que hacer por convicción y con la intención de que todo mejore. Ojalá, como en el argumento de la película Amélie (2001) alguien pueda tomarse el tiempo de hacer la inauguración soñada de la galería de Yair, solo por darle un día de felicidad.
Un proyecto colectivo que florece
Yair comenzó. Exhibió sus pinturas, algunas que trajo de su país, otras pintadas en Colombia, y con la paciencia de un monje, se dedicó a pintar en aquel espacio que ya ofrecía un aspecto cálido e invitaba a ser recorrido. Sembró jardín nuevo y decoró con algunos objetos el espacio, usó un enorme plástico como techo y poco a poco, sus vecinos fueron entendiendo que la labor que estaba haciendo no era mala ni dañina, todo lo contrario, recuperar un espacio que antes avergonzaba a los habitantes por su abandono. Uno de estos vecinos es el señor Gildardo Giraldo, dueño de la carnicería Palermo, ubicada diagonal del espacio que Yair adoptó como galería de arte en la calle y quien afirma cuando se le pregunta por el artista: “Yair es una persona muy tranquila y amable, además tiene mucho talento hace unos cuadros muy hermosos; cuando llegó, vimos que empezó a arreglar el espacio que era un lugar muy cochino, la gente no respetaba y traían hasta animales muertos, situación que afectaba mi negocio de carne, las personas pensaban que eran mis productos los que tenían mal olor y se abstenían de comprar, nos unimos con él y empezamos a apoyar su labor, limpiamos todo el lugar a hora es un parquecito muy agradable”.
Otro de los ya muy importantes aliados y amigos de Yair es el señor Dairo Mauricio Zapata Chanci, comerciante y habitante de Aranjuez, quien reconoce su labor: “Me alegra mucho que él haya cambiado este espacio, inicialmente el solo, después con la ayuda de otros comerciantes, habitantes y vendedores informales que ahora se han sumado a acompañarlo y a convertirlo en un lugar en el que hoy se puede disfrutar de varios productos y servicios, como carnes asadas, jugos, gaseosas, comidas rápidas, palitos de queso…”, algunos de estos comerciantes se rotan durante las jornadas, unos trabajan en las mañanas y otros en la noche.
“¡Soy además cliente del señor Yair!”, dice Dairo: “Tengo la fortuna de tener varias obras de él en mi casa, él realizó un encargo especial de una pintura que me sirvió como logotipo de mi negocio, lo apoyamos en lo que más se puede porque sabemos las dificultades que es vivir en Colombia del arte. Además, quiero aprovechar para a través de este medio de comunicación, reconocer el gran esfuerzo del artista Yair, porque por su esfuerzo, este lugar y su transformación nos está dando frutos a todos y que él silenciosamente lo ha venido transformando para todos nosotros, los comerciantes que pudimos colocar nuestro emprendimiento cerca del suyo”. Estas palabras del señor Dairo permiten recordar cuando alguien le preguntó a un profesor de arte y ¿para qué sirve el arte?, y él respondió tajantemente, ¡el arte sirve para que funcione todo lo demás! y si, tiene toda la razón, el trabajo realizado por Yair de transformar y resignificar este espacio público de manera positiva ha servido para que muchas cosas en el barrio Palermo mejoren.
El arte como resistencia
Pero no todo ha sido color de rosa para este artista que hoy sale a pintar bajo la sombra de los dos árboles que le dieron el primer gran abrazo, recuerda Yair con emoción las dificultades que pasó cuando arrancó este proceso, pues justamente en ese año se desató una de las más grandes pandemias de la era contemporánea, la pandemia conocida como COVID-19 o pandemia del coronavirus (SARS-CoV-2). “Fue una situación más dura y compleja que la de haber salido de mi hogar cuando decidí migrar, por lo menos había gente en las calles y algo se podía hacer; fueron momentos muy difíciles, económicamente estaba muy mal, pude sostenerme con la ayuda de algunos amigos y los pocos clientes que tenía, sin embargo la ciudad estaba sola, la cuarentena no permitió que la gente saliera y las prioridades de las personas cambiaron”, afirma Yair mientras agrega: “Pude soportar ese momento, pintando, pintar me da paz y tranquilidad y me permite tener perspectiva de las cosas”.
Yair cierra sus ojos y recuerda el día en que vendió la primera obra en este espacio que adoptó como taller y galería: “Mi primera pintura, fue un momento muy emocionante, estaba muy asustado”, la persona que compró pasaba por allí, se acercó, ¡Esta obra me gusta mucho!, ¿tiene alguna luz que la ilumina o algo?, preguntado por los efectos de color que Yair había usado, era un pasaje nocturno con una luna llena, ¿usted la vende?, dijo. El cliente era un señor joven, ahora es un cliente habitual de sus pinturas. Poco a poco sus obras comenzaron a circular entre una pequeña clientela que ha ido forjando como un herrero en su fragua, con insistencia, paciencia y constancia.
Sus obras abordan temas variados, cuando La Cuarta Estación lo visitó, estaba realizando una pintura de una guacamaya, ave exótica de todo el continente americano. “Me gusta llevar alegría a los corazones de las personas, por eso trabajó temas como las naturalezas, animales, paisajes sobre todo… También porque recuerdo mucho mi ciudad, mi parcela y toda la naturaleza que allá hay y que disfrutaba tanto”.
Pintar al aire libre es una de las conquistas de los artistas del periodo impresionista, estos artistas que se dieron cuenta que el color era un fenómeno físico causado por la luz, y no como se creía antes que el color salía directamente de los objetos, entonces para poder tener una mejor experiencia del color no había que encerrarse en un estudio con los objetos a pintar, sino más bien el artista debía salir en busca de la luz, la luz del sol es la mayor fuente que posee la tierra.
Pintar para inspirar
Yair pinta al aire libre reafirmando esta tradición que muchos artistas se han encargado de consolidar, en Aranjuez por ejemplo vivió uno de los artistas más importantes de Colombia, Pedro Nel Gómez que acostumbraba pintaba al aire libre, las calles y paisajes de la ciudad o como el norteamericano Edward Hopper. Pero además pintar al aire libre es una actividad pedagógica, que se hace extensiva y silenciosa, primero quien observa a un pintor hacer su trabajo está recibiendo un ejemplo de que se puede hacer, con el tiempo, puede ser una actividad positiva de aprovechar el tiempo libre y convertirse en un hobby saludable. Por otro lado, quienes se atreven a acercarse un poco más, con mayor curiosidad, se quedan observando como el pintor va uniendo las pinceladas en un tejido que poco a poco formarán una imagen, las mezclas y matices que se obtienen. Cosa que no están muchos artistas preparados para hacer, pintar en público.
Esta faceta formativa también ha dado una nueva labor para Yair, la labor de enseñar y de transmitir su conocimiento a otros, por esto y debido a que muchas personas le venían preguntando si él enseñaba o daba clases, separó un día de la semana para ello, recibe los sábados en la mañana a algunos alumnos a los cuales Yair acompaña y enseña. Aunque un hombre y artista plástico como Yair enseña muchas cosas: su resiliencia como ser humano y capacidad de buscar alternativas para sobrevivir a las dificultades, de enfrentar con estoicismo los duros escenarios que pueden componer el destino, y por otro lado, permite entender una de las condiciones más especiales que tiene el arte: su capacidad de resistir, su capacidad de resistencia, como dice Gilles Deleuze el filósofo francés: “El arte es lo único que resiste: a la infamia, a la servidumbre, a la muerte”. El arte como una herramienta de resistencia es lo que demuestra este artista de la calle.
Antes de finalizar la entrevista, Yair comparte otra de sus pasiones, la cría de animales, sí, así como lo oyen, Yair en su país natal tenía y criaba animales, cerdos, conejos, gallinas, cabras, peces. Los cuales, no vio más remedio que vender en muy poco dinero o dejarlos, por este amor por los animales Yair ha reservado un pequeño espacio del lugar que viene usando y transformando para la cría de algunas gallinas, las cuales consciente y cuida. También, colocó en los muros de este espacio algunas peceras. “Este es otro de mis hobbies”, dice él, “Eventualmente me regalan uno que otro huevo”, dice sonriendo.
Se siente inspiración y paz al despedirse de este lugar maravilloso y de esta propuesta de resistencia, ahora colectiva, de convertir un espacio abandonado en galería y un lugar para compartir y disfrutar, cada vez más parecido al que Yair soñó cuando lo vio por primera vez y que ahora llama Jardín Galería.
Este producto es realizado con recursos públicos priorizados por los habitantes de la Comuna 4 -Aranjuez, a través del Programa de Planeación de Desarrollo Local y Presupuesto Participativo del Distrito de Medellín