Museo del Reciclaje Un Universo de Recuerdos y Memoria a través de la “basura” en el Barrio Moravia
Hubo un tiempo en el que el señor F, como parte de su entretenimiento, se dedicaba al oficio de coleccionar arte. En ese entonces, él era un comerciante de mangueras y empaque de todo tipo; pero su actividad más interesante, diríamos, era la que ocurría en el segundo piso de su local ubicado en el barrio Caribe de la ciudad de Medellín.
Allá, almacenaba apretujadamente una colección de arte; cuadros de todo tipo, algunos de artistas de importancia, otros sin ningún valor artístico, ni estético o histórico, obras incluso mal pintadas por algún aprendiz, sin embargo, allí estaban reclinadas unas con otras, y hasta se podía encontrar obras de: Antonio Cano, Eladio Vélez, Alejandro Obrego, Jorge Botero, entre otros.
Un objeto perdido es doblemente bello
En una ocasión, llegó un hombre con una bolsa atiborrada de cuadros, —¿Se encuentra el señor F? — dijo con cierto afán en la recepción del local—, el señor F lo recibió y le permitió ingresar. El hombre descargó la bolsa en el escritorio de el señor F, y expuso su alijo, y allí entre diplomas y fotografías en blanco y negro de un médico de la ciudad, de rostro tranquilo en apariencia, venían otros cuadros muy distintos, eran obras de arte en la técnica de la acuarela, perfectamente enmarcados y cuidados —se nota que fueron atesorados—; tres hermosas piezas que con seguridad, entregaron su belleza en el consultorio o casa de este hombre al cual alguien, algún heredero obtuso, decidió que la memoria de su pariente, a lo mejor su padre o abuelo, sería entregada al instante fugaz del olvido. Aquellas obras eran del reconocido pintor Humberto Chaves, conocido como “Pintor de la Raza” y maestro de grandes artistas, entre ellos de Pedro Nel Gómez cuando fuera su alumno en el Instituto de Bellas Artes de Medellín.
—Un objeto bello que es desechado por alguien y vuelto a ser recuperado por otra persona, “es doblemente bello”—, tal como nos lo hace saber el gran poeta Pablo Neruda: “Dos veces es bella la belleza y lo que es bueno es doblemente bueno”. (…) Encontrarse con la belleza inesperada. Encontrar la belleza, que se resiste al olvido. Era la afición del señor F. Y así, una a una muchas de las obras de aquella improvisada pinacoteca, era el resultado de esta afición, la cual perfeccionaba con cada hallazgo, un oficio de sabuesos de la memoria, con su amplio sentido para indagar, interpretar, seguir pistas que le permitian sonreír ante algún hallazgo.
¿Habrán más personas como ésta? Silenciosos sabuesos, expertos en dictaminar la última oportunidad de los objetos. ¿Por qué es importante que existan estos extraños seres? Quizás porque las cosas, como lo dice Jorge Luis Borges: “Las cosas (…) durarán más allá de nuestro olvido, (…) los objetos que nos sirven con ciega lealtad, son nuestras cosas, que se quedan en el mundo cuando el resto de nosotros falta”.
Su nombre comercial es Excedentes V & M
Salir y recorrer con atención los espacios de la Comuna 4 nos permite descubrir cosas de gran interés y valor. Así fue como nos encontramos con uno de estos rastreadores de la memoria, coleccionistas del olvido. Otro apasionado por resignificar la historia de los objetos cotidianos como el señor F. y tantos otros, que hacen de la basura, un tesoro por auscultar, algunos incluso lo hacen por intereses académicos o para investigar, como el profesor Oliver Tabares, a quien entrevistamos en nuestro programa Eco 4 como: “La basura y sus memorias” que aprovechamos de paso recomendar su escucha.
Y bueno, así es como pasamos del barrio Caribe, a un barrio vecino lleno de historias: Moravia. Es ahí, justo en un espacio ubicado en una de las esquinas más centrales del barrio, justo antes de iniciar el ascenso al Puente del Mico costado nororiental en la Calle 77, donde se encuentra la empresa de reciclaje Excedentes V & M, la empresa del señor F.
Pero aunque nos gustaría hablar de la función de estas importantes unidades de negocio por su impacto en el medio ambiente, hoy nos queremos centrar en su dueño y uno de sus hobbies, que ya hemos detallado. El señor Víctor Manuel Villegas, es el señor F. con quien nos sumergimos en el mundo de los recuerdos y la memoria a través de la “basura”.
Víctor, es oriundo de la ciudad de Pereira, pero hace 20 años decidió establecerse en Medellín con el ánimo de echar raíces. Él es un hombre de 47 años, de origen campesino que por influencia de un hermano mayor, decidió incursionar en el negocio de los excedentes y materiales reciclados.—El nombre del “Museo del reciclaje” fue iniciativa de algunos gestores sociales y culturales del barrio, que al ver mi interés en colgar objetos como: cuadros, antigüedades y cosas curiosas empezaron a venir a visitarme y a traer turistas al local—, dice Víctor.
La labor de estos empresarios es de gran importancia para el planeta y para una industria más responsable con la huella de carbono que generan. Medellín, como la segunda ciudad más poblada de Colombia, genera al mes cerca de 3.000 toneladas de desechos, de los cuales aprovecha el 25 %. Sin embargo, en los últimos dos años, han disminuido las toneladas de residuos que se depositan en el relleno sanitario, aumentando en un 29.16 % su aprovechamiento, según Juliana Colorado, Secretaria de Medio Ambiente.
Víctor compra una gran variedad y tipos de materiales que se pueden reciclar, hasta, madera, — “los palos de escoba, se compran para hacer nuevas escobas y traperas, recogedores» dice. Se compra el plástico, vidrio, metales de varios tipos (cobre, aluminio, bronce, hierro, acero), papel, cartón, —el plástico es uno de los materiales que mantiene precios más estables, el material que más cambia su precio, que sube y baja es el cobre—. El destino de muchos de estos materiales son exportados para otros países como Brasil.
Tiene doce empleados fijos, y entre 80 a 100 aliados que tiene como clientes a los cuales les compra los materiales de reciclaje. Como parte de su compromiso con ellos y un gesto de amabilidad, Víctor en un camión de su propiedad va y les recoge sus cargas de materiales en los barrios en los que ellos trabajan buscando los materiales.
La galería
—Hace 18 años, una muñeca que llegó al negocio, la limpió, le pidió a su suegra que le hiciera un vestido, y la colgó en el negocio— así dio comienzo a este proyecto que parece que no tiene fin, ahora tiene en el local diferentes espacios en los que pone los objetos que sus aliados encuentran y le traen; reproducciones de obras de arte, triciclos antiguos, cámaras fotográficas y poco a poco fue salvando esos objetos que, por alguna razón, este hombre que apenas terminó la primaria, lo convirtieron hoy en un empresario con una de las recicladoras más grandes de la Comuna 4.
´Los muchachos´ como los llama, al ver lo que estaba pasando, comenzaron también a traerle objetos que no tenían un lugar, entre los exclusivos materiales dignos de ser reciclados y vueltos a el ciclo convertidor de nuevas materialidades: en objetos nuevos. Pero que sí tenían un algo que los caracteriza como de interés para Víctor, —ellos los traen y uno les da alguna cosa, otros que sí son de más valor, si entramos a veces a negociarlos por precios más altos, (…) los chicos van aprendiendo que un objeto artesanal puede valer más si me lo ofrecen como antigüedad que si se pesa en la chatarra—, cuenta Víctor.
En la fachada principal del local de Víctor, destacan obras de arte (reproducciones) como la famosa obra del genio del arte del Renacimiento Italiano, Leonardo Da Vinci: La Gioconda. Otra obra: Mujer leyendo una carta, del pintor Johannes Vermeer, y otra: Niños comiendo una tarta, del pintor español Bartolomé E. Murillo, Una más: El corazón de Jesús, autor anónimo, junto con: bodegones, obras de arte barroco, algunas vírgenes y fotografías de lugares famosos y turísticos, como la torre del Big Ben en Londres, entre otros, conforman aquel panel que se exhibe permanentemente y cambia, según se vayan dañando las obras o hasta perdiendo.
Es una galería que se nutre constantemente con otras obras que van haciendo fila. Y sin duda Víctor tiene una sensibilidad especial, acierta muy bien en los cuadros que elige para colgar en su galería, en lo que podríamos llamar una curaduría intuitiva y de la calle, espontánea o de estilo libre, si uno se detiene con suficiente tiempo y si tienes conocimientos suficientes de historia del arte y de cultura en general, en la galería de Víctor se podría construir un relato, tal vez una cátedra de arte e historia, a partir de las imágenes que decoran los hogares en determinadas épocas en la ciudad de Medellín.
Como dice tajantemente Víctor —, esto no es basura, hay gente que pasa y critica, dicen que para que pongo eso si eso ya es basura, no creo que eso sea, son cosas que tiene una historia y a mí me gusta ponerlas en mi negocio—puntualiza.
Y es que Víctor tiene un trabajo que lo ponen en una situación privilegiada y problemática a la vez, por ejemplo si alguien ama demasiado comer, seria muy dificil tener un restaurante y no engordar, lo mismo le pasa a Víctor, él es un coleccionista nato, y está en un sector en el que los objetos lo rondan constantemente, pues hacen parte de la materia que él compra, para devolver a sus principios originales, una foto es papel, pero a la vez es imagen, si conservo la imagen, el papel deja de ser solo papel y gana un interés. Así con miles de cosas que llegan a sus manos.
Un incendio se llevó todo
Cuenta Víctor, que las cosas que vemos son parte de lo que él ha empezado a coleccionar de nuevo. Sí, un fuego que se propagó muy rápido por todas las instalaciones, sin pedir permiso, se llevó todo, recuerda Victor y parece más triste por los objetos que se perdieron definitivamente, que por las pérdidas en materiales que también tuvo. Tal vez pensará que el cartón y lo demás son materiales que seguirán pasando por acá muchas veces, pero un objeto antiguo y una reliquia solo pasará una sola vez. Como cuando se reinicia la vida en el mudo después de su destrucción, así comenzó nuevamente Víctor su proyecto, desde las cenizas. —Tenía muchas cosas, guitarras, objetos, cuadros, pero todo se lo llevó el fuego, sin embargo, comencé de nuevo a reunir y los muchachos a traer cosas— dice Víctor.
Para Darío Pérez, uno de los clientes de Víctor los cuales traen cada dos días por semana el producto de su recolección, comenta: “La relación de Víctor con nosotros es muy buena, él se preocupa hasta donde es posible por nosotros, nos recoge las cargas en los barrios donde vamos, nosotros llegamos al negocio escogemos los materiales, él mantiene un dispensador de agua para todos. Él nos ayuda mucho. También nosotros al ver que a él le gusta coleccionar cosas como arte, cuadros, antigüedades, nosotros las traemos y, pues ¡alguna cosa nos da!”, dice Darío.
Otro de sus vecinos Eduardo López, dice que: “La relación con él es buena, él intenta siempre mantener el entorno controlado, los muchachos que trabajan con él son muy cuidadosos con la basura, todos sabemos que una recicladora también genera mucha basura si el dueño no controla a las personas que empiezan a traer cosas que él no les compra o materiales orgánicos, el lugar mantiene limpio, además ayuda a mantener un entorno organizado, con la ayuda de un primo vienen organizando el espacio alrededor, con jardineras y plantas. El lugar ya empieza a verse mejor cuidado, además, él se preocupa por mantener una buena relación con los vecinos y nos ayuda en caso de necesitar algún favor”.
“Nada de lo que está expuesto o tengo en mi colección se vende”
Este frenesí por los objetos y la posibilidad de conservarlos le ha ganado una que otra discusión con su esposa, dice Víctor entre risas —Me dijo mi mujer, que si llevo otra cosa más para la casa, le va a cambiar la chapa a la puerta—. Este hombre no da su brazo a torcer, cree en su propósito de rescatar la mayoría de objetos que pueda. Después de invitarnos a pasar a su oficina, la cual queda en una segunda planta del local, en una especie de mezanine, nos da un recorrido antes por toda la bodega. En el momento de nuestra visita estaban cargando un camión con chatarra.
Víctor nos muestra las zonas en las que tiene clasificada las materias que reúne cada día y tiene una celda para cada material de interés en su industria: cartón, papel, vidrios de varios tipos, frascos como los de café que se reutilizan en otras sub industrias como la de los encurtidos o piques para las empanadas, palos de escoba que vuelven a ser usados hasta donde aguanten el trajinar de las personas que limpian, plásticos, de varias categorías, pasta, tarros, sillas etc. Subimos a la oficina, allí nos sorprende aún más con una colección, esta vez, con algunos objetos más exclusivos.
Pensemos que los objetos avanzan con nosotros en el borde permanente del tiempo, hasta que alguna fuerza los saca de nuestra órbita y los perdemos para siempre. Sin embargo, allí en esa línea hay personas como Víctor con una total vocación por la historia, por recuperarla a partir de los objetos, dice—: Todos esos objetos cuentan su historia—, y lo reafirma el profesor Oliver Tabares en su proyecto ´La basura y sus memorias´—: “El trabajo es interpretar, seguir los indicios, los objetos encontrados algo nos tienen que decir, algo tenemos que escuchar, antes de que se se esfume el recuerdo”.
—Nada de lo que está expuesto o tengo en mi colección se vende—, dice con vehemencia Víctor, —por acá llegó un señor a ofrecer cierta cantidad de dinero por un cuadro y no se lo quise vender— esa actitud de no vender nada, demuestra de verdad que su pasión por coleccionar estos objetos, va más allá de lo comercial. En su oficina tiene un refrigerador con productos, para los días calurosos, y en una estantería de metal, hay una variedad de objetos, porcelanas, artesanías, vasijas de cobre, tallas en madera, y entre los tantos objetos, selecciona dos, los cuales nos quiere mostrar con mucho entusiasmo, un carro de bomberos realizado con láminas de metal, una obra de artesanía magnífica de gran calidad que Víctor rescató de su fin, el objeto tiene una pátina especial por el desgaste o uso, seguramente fue usado como juguete, coleccionado por alguien hasta que se cansó de tenerlo. El otro objeto que Víctor nos enseña es una cámara fotográfica antigua Vrede Box Standard menis, la cual fue fabricada a partir de 1950 por Vredeborch, Nordenham, Alemania. Una verdadera reliquia que muchos coleccionistas de estos objetos le han hecho propuestas de compra, pero él una vez más se niega a vender.
Invitamos a nuestros lectores a valorar estas iniciativas que surgen desde la sociedad, desde los barrios, con interés de revalorizar nuestra memoria, nuestra cultura y el interés por entendernos mejor a partir de la basura.
Este producto es realizado con recursos públicos priorizados por los habitantes de la Comuna 4 -Aranjuez, a través del Programa de Planeación de Desarrollo Local y Presupuesto Participativo del Distrito de Medellín.